sábado, 8 de octubre de 2011

Lo siento.

Así es, esta página se acaba. A todas esas que quieran seguir leyendo el fic, que dejen un comentario y os pasaré el nuevo link pero aquí no volveré a subir más. Lo siento de verdad.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Capítulo XVI

     Tras esta larga espera, volví. Siento haber tardado tantos días en subir un maldito capítulo pero esta semana ha estado llena de problemas. Lo siento, de verdad. Gracias a todas las que leéis esta historia y gracias a esa persona que me ayuda cada día a seguir escribiendo. He tenido momentos en los que quería dejar la historia así, no seguir con ella pero en fin, personas han sido las causantes de ese pensamiento. Espero que os guste.


                                                    **


Volví a mirarle a los ojos y sonreía levemente mientras pasaba un mechón de pelo tras mi oreja. Entrelacé los dedos de mi mano libre con los suyos.


- Creo que te toca a ti tocar algo, ¿no?.- Dije riendo.
- Exacto.


Dougie cogió su bajo y me lo pasó mientras quitaba la guitarra de encima de mis piernas.

- Dime tu plan.
- Vale. ¿Te acuerdas de lo que aprendimos el otro día?
- Sí… más o menos.
- Bien, lo repasaremos y después tocaremos algo los dos juntos.
- De acuerdo profesor.
- Joder…- Dijo Dougie mientas retiraba los pequeños mechones que molestaban su frente.


Se puede decir que estuvimos haciendo el tonto hasta las cinco y media tocando canciones sin llegar a acabarlas o simplemente dejando que Dougie inventase letras sin sentido sobre la marcha. El tiempo comenzó a amainar y parecía que la lluvia había dado un momento de tregua. Mientras yo tomaba un vaso de leche caliente, observaba como Dougie practicaba algunas canciones con el bajo.


- Me encanta ver como te equivocas.


Dougie rió y dejó el bajo al lado del sofá mientras yo dejaba la taza encima de la mesa.


- Parece que ya no llueve.- Dijo mientras se tocaba la nuca.
- Sí.- Dije mirando hacia la ventana.- ¿Y si salimos a dar una vuelta? Dios, parece que tenemos quince años y no sabemos que decir.- Reí.
- Cantia, hace frío… Y ya.
- Que mas da.- Dije levantándome del sofá.
- Lo digo por tu bien.
- Que atento eres.- Dije riendo.


Dougie imitó mi risa y le dejé recogiendo el bajo mientras subía a por su chaqueta y camiseta. Cuando bajé, Dougie estaba apoyado en el sofá con mi camiseta en su mano.


- Ahora tengo dos cazadoras.
- Que bobo eres.


Le di su camiseta y dejé su cazadora encima de la mesa. Me puse la mía y cogí el bolso de encima de la encimera. Ví como Dougie se despedía, por así llamarlo, de Luna y abrí la puerta. 


El viento azotaba las calles y el frío se hizo notar. Las nubes corrían demasiado deprisa en el oscuro cielo y aguardaban la lluvia en su poder. Acompañé a Doug hasta el coche para dejar el bajo y fuimos caminando hasta el bar de Bartney. Eran las seis de la tarde y no quedaba mucho del anochecer. Las farolas comenzaron a encenderse y el tráfico aumentaba minuto a minuto indicando que el centro estaba cerca. Pasamos cerca de un pequeño parque público lleno de niños jugando con sus paraguas en los charcos mientras sus madres les reñían. Tiré del brazo de Dougie e hice que comenzásemos a andar campo a través. No tenía demasiadas ganas de rodear el parque. 


- En estos momentos echo de menos mis cantiuscas.- Dije mientras escondía mi barbilla en el cuello de la cazadora.
- Cantiusca.- Dijo riéndose.- Cantia. Sí, cierta relación.
- No me hables.


Comencé a caminar deprisa intentando ocultar una sonrisa en mi cara pero me paré en seco. Buena suerte.


- ¿Qué pasa?.- Dijo Dougie mientras levantaba mi rostro.


Conseguí fijar nuestras miradas y empecé a reír. Levanté mi pierna derecha enseñándole la sorpresa que había encontrado. Ambas risas se fundieron mientras volvíamos a caminar mientras yo arrastraba mi pie en la hierba.


- No era buena idea y las cantiuscas hubiesen estado bien.
- Encima de que lo he hecho para no andar más.
- Te ha salido mal, otra vez, el plan.- Dijo sonriendo.
- Ya ves…


Pronto llegamos al bar y me acerqué a la barra esperando a que Bartney saliese del almacén. Había varios clientes hablando animadamente pero tampoco había demasiado ambiente. Bartney había puesto dejado su disco favorito de Vinilo. Épico. Abbey Road.


- El viernes venimos.
- Sí, te camuflo y venimos.- Dije negando con la cabeza.- Esto los viernes se peta.
- Mejor, Voy a venir contigo o sin ti.- Dijo sonriendo pícaramente.
- Pues te veré por aquí el viernes. Mira, ese taburete de ahí es el mío.
- Vale, ¿ves ese de ahí?.- Dijo señalando uno contiguo.- Ese es el mío.


Le miré amenazantes y rápidamente grité el nombre secreto de Bartney. Lo que era el nombre secreto no lo sabía pero cuando tardaba demasiado en salir, lo llamaba con la primera palabra que me venía a la cabeza.


- Mi vida, sal de la madriguera.
- ¿Cantia?.- Dijo extrañado Doug.
- Que yo estoy muy loca, ¿eh?


Bartney salió de la barra dándome un… ¿abrazo? Vale, no, más bien era una manera de morir oprimidamente. Presenté seriamente al señor Poynter y después se puede decir que me marginaron hablando de grupos musicales. Era increíble la compenetración que se podía ver en sus palabras. Bartney me intentó vender con su guitarra. Se creía que les iba a dejar tranquilos. Dejé la guitarra posada en mis piernas y me conecté al Wi-Fi del bar.


- Como aprovechas. A buenas horas te di la contraseña.- Dijo riendo.
- ¡Hombre!  Que me hacen caso. Hola, soy Cantia, encantada.- Dije saludándole con la mano.


- Eres de lo que no hay.- Dijo Dougie mientras pegaba un trago a su cerveza.


Después de estar hablando con Silvia, contándole novedades a Gabriel y demás familia, pude integrarme en una de sus conversaciones. Joder, que bien sentía.


- ¿Y este viernes qué grupo va a venir?.- Pregunté mientras dejaba el móvil en la barra.
- Un grupo joven de un guitarrista y un vocalista. Cantan de todo un poco y harán un pequeño tributo a The Beatles así que, encendiendo motores.
- Dios, no me lo pierdo.
- Dougie, ¿por qué no vienes?.- Preguntó Bartney mientras limpiaba la barra.
- Creo que Cantia quiere camuflarme para poder venir.
- Bocazas.
- No le hagas caso, ven.- Dijo mirándome extrañamente.
- Lo iba a hacer sí o sí.- Dijo riendo.


Bartney fue a atender a varios clientes que habían llegado y Dougie estuvo pensando varios minutos las palabras indicadas.


- Cuéntame cosas sobre ti.
-  Vale, ahora me haces caso. Soy una persona que no deja que los problemas influyan demasiado en su estado de ánimo hacia los demás. Me gusta solucionar mis problemas sin la ayuda de nadie y eso de tragarme el dolor se me da bastante bien. Soy bastante segura de mí misma y de mis actos pero también tengo dudas. Lo que piense o diga la gente a mis espaldas no tiene demasiada importancia para mí e intento mantenerme a raya. Cuando se me cruza la vena, tiembla el suelo. Odio sentirme mal con una persona y, ante todo, decepcionarla. Puede conmigo. Algunas de las injusticias de este mundo las odio demasiado pero por mucho que se intente, seguirán insistiendo. Es como la vida. Me gusta leer y sonreír. No soporto ver a una persona derrotada e intento solucionarlo con palabras o, simplemente, escuchándola. Odio hablar de mí misma delante de alguien pero bueno, eso no cuenta y por lo demás, te sorprenderé.
- Lo mismo te digo.- Dijo guiñándome un ojo.

Fijé la mirada en el gran reloj que había encima de la puerta de entrada del bar. Las siete y media. Estuvimos hablando un rato más con mi querido ejemplo y cuando comenzó a llegar la gente para disfrutar y sacar el buen lado a ese triste día, nos despedimos de él.


- Joder, que tío.- Dijo riendo mientras se levantaba el cuello de la cazadora.
- Eh, esa boca que te la lavo con jabón princesa.
- Me la puedes lavar con otra cosa.- Dijo mirándome.
- Putas indirectas.


Fijé la mirada en el suelo, observando cada paso y pensando en todo y nada a la vez.


- Me gustan tus pecas y tu nariz atacada por el frío.
- Gracias hombre.
- Me gusta como se refleja la luz en tu cara.
- Vale…
- Me gusta como está comenzándose a reflejar la vergüenza en ti.- Dijo sonriendo.


No separé la mirada del suelo y tenía razón, el rubor decía hola. Pude notar como ya no me encontraba bajo su atenta mirada y me relajé. El móvil de Dougie comenzó a sonar y respondió mirándome fugazmente. Parecía estar hablando con Tom sobre varios asuntos de producción pero tampoco presté demasiada atención.


- Mañana me espera un día duro.- Dijo mientras guardaba su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.
- Llévalo lo mejor que puedas.
- Hemos quedado a las nueve en el estudio con Fletch para hablar sobre los conciertos del mes que viene y firmar certificados para Super City y por la tarde tenemos ensayo hasta no sé cuando… cenaremos allí.- Dijo sonriendo levemente mientras pasaba una mano por su nuca.- Por cierto, ¿vas a ir a España?¿A algún concierto?
- Eh… no puedo Dougie…
- Entiendo…
- Joder, me pillan varios exámenes esa semana y voy a estar demasiado ocupada y cansada como para poder hacer un viaje de esos, que por mí lo haría, por vosotros todo.
- Nunca se sabe pequeña.- Dijo sonriendo.
- Además, me voy a cansar de ver vuestras caras.
- No me esperaba esto de ti…- Dijo intentando hacerse el ofendido.
- Yo tampoco. Cantia no ha ido a todo concierto al que ha podido asistir para morir al instante, sola o acompañada.


Dougie rió y sin querer darnos cuenta, estábamos plantados en frente de la puerta del portal. Caían pequeñas gotas sin un ritmo constante y tendría que estar en casa antes de que comenzase a llover sin descanso.


- Quedamos el viernes entonces.
- Vale, a las nueve, como muy tarde, te espero en mi taburete.- Dije sonriendo.
- De acuerdo, a las ocho y media estaré sentado en mi taburete.
- O vendiéndome por Bartney.
- Puede ser, la verdad es que me estoy planteando dejar a Harry.
- Te arriesgas a una muerte segura.- Dije desafiante.
- Queda pendiente una clase en condiciones.
- Como cambias de tema. Engañador.
- Te espera un gran fin de semana.
- ¿Pasando páginas y estudiando, verdad?
- Algo parecido. Recupérate, el viernes tienes que estar bien.
- Lo tendré en cuenta y me lo plantearé.
- ¿Sabes? Me gustan las despedidas.
- Pues a mí no, la verdad. Odio decir adiós a alguien.
- ¿Sabes por qué me gustan?.- Dijo acercando su rostro al mío.
- Pues no, no sabía que te gustasen las despedidas…
- Lo vas a saber.


Noté un leve rocé en mis labios pero bajé la cabeza inconscientemente.


- A ti lo que te apetece es estar malo mañana.- Dije riendo y pasando un mechón de pelo detrás de mi oreja.
- Correré el riesgo.


No pude decir nada más. El simple contacto de sus labios en los míos era paralizante. Noté como sonreía cubriendo ese momento y se me contagió la tontería.


- Iremos despacio.- Dije riendo.
- Esto no es nada serio.
- Me gusta esa reflexión.


Sonreí y volví a pedir una de felicidad. Fue un beso como los anteriores pero diferente a la vez. Quería mantenerme a raya y dejar que pasasen los días. Seguir conociéndole y seguir dándome a conocer. Sonreía levemente, aún reflexionando y antes de irme atrapé levemente su labio inferior con mis dientes. Me encaminé rápidamente hacia la entrada sonriendo mientras Dougie… no lo sé, la verdad.


                                                      **




lunes, 19 de septiembre de 2011

Capítulo XV

         Siento haber tardado tanto pero espero que la espera merezca la pena. Os dejo el link de una canción que sale en el capítulo y también, espero que os guste.Gracias por todos los comentarios que recibí del anterior capítulo y gracias por los votos. Me gustaría dedicar este capítulo a Cristina. Fue su cumpleaños hace unos días y bueno, espero que le guste mi 'regalo'. También me gustaría dejaros el link de mi fic favorito --> http://mcflylove.metroblog.com/ , es genial. Gracias.


                                                        **


Me sentí segura en aquel momento. No sentía el frío. No sentía la maldita lluvia recorriendo mi cara. Solo oía el sonido de mi respiración aún rítmica y el sonido de las gotas de lluvia al acabar su recorrido en el suelo. Levanté la cabeza hasta encontrar una mirada en la que poder apoyarme. Se podía ver el temor y la complicidad aliados en nuestras miradas.


- Yo… Tengo miedo.- Dije mirando nuestras manos aún unidas.
- Ei.- Dijo haciendo que volviesen a cruzarse nuestras miradas.- Yo también.
- Dougie, no quiero hacerte daño…
- Iremos despacio.


Asentí levemente con la cabeza y comenzamos a caminar despacio. Otra vez volvía a sentir un gran frío, no solo en mi cara, en todo mi cuerpo. Mi ropa no daba para más. Al día siguiente no podría ir a la universidad si la cosa se ponía muy mala. Dougie se quitó su cazadora y la puso sobre mis hombros acercándome a él. Sintiendo el poco calor de su cuerpo. Me recordaba a el primer día. Aquel viernes. Levanté la mirada y pude ver la seriedad en él. Estaba completamente mojado y el pelo invadía su frente por completo mientras que pequeñas puntas intentaban cubrir sus ojos con traviesas gotas de lluvia. Seguía lloviendo con violencia y no parecía que iba a dejar de hacerlo. Llegamos a la entrada en pocos minutos y no me dio otra opción, me acompañó hasta el coche.


- No hacía falta.- Dije levemente.
- Sí, la hacía. Antes de que digas nada, no me devuelvas la chaqueta, no hace falta, tengo el coche aquí al lado.
- Pero estás empapado…
- Joder Cantia, da igual, ya he hecho bastante.- Dijo bajando la mirada.
- Dougie…

Negó con la cabeza y me dio un abrazo. Un abrazo que me reconfortó. Sentí su respiración en mi cuello y volví a sentir un escalofrío recorrer mi cuerpo. Uno más de los tantos de aquella noche. Entrelacé mis manos alrededor de su cuello acercándolo a mí. No quería que ese momento acabase. No quería despedirme de él. Me daba igual el frío, la lluvia, morirme. Me daba igual todo.


- Mañana te veo pequeña.
- Allí te espero.- Dije con una leve sonrisa.


Subí al coche y arranqué. Deseaba llegar a casa, ducharme y cenar pero también tenía que bajar a mi compañera de piso. Joder. La niebla invadía la carretera. No se veía con claridad y estaba saliendo un viento demasiado virulento. La noche no sería tranquila.


Eran las cuatro y cuarenta y ocho según el despertador. Me había desvelado la tormenta que reinaba fuera del hormigón. Había acertado, no amainaba. Tenía frío, mucho frío y seguramente, la gripe quería ocupar mi cuerpo. Luna estaba metida debajo del edredón justamente al lado mío. Me levanté y fui a la cocina a beber un vaso de leche caliente, siempre me ayudaba a volver a coger el sueño aunque no fuese de mi agradado. En unas tres horas y media sonaría el despertador avisando de un nuevo comienzo de rutina.


Sonó el maldito cacharro capaz de estropear cualquier momento. La cama me pedía a gritos que no me fuese y yo misma me monté mi despedida con ella, obviamente hablando sola. Me levanté de la cama con parsimonia y se podía decir que mi cabeza… estallaba literalmente. Tenía la garganta seca de haber estado respirando toda la noche por la boca ya que respirar por la nariz era misión imposible. Tenía fiebre, era demasiado raro que mi temperatura corporal aumentase pero cuando lo hacía, lo hacía en exceso.


Estaba a punto de salir de casa. Eran las diez. Fui al baño para colocarme el gorro, cogí el bolso con algunos libros y cuando justamente estaba cerrando la puerta, empezó a sonar mi móvil. Sonreí levemente.


- Buenos días.- Dije mientras guardaba las llaves en el bolso y llamaba al ascensor.
- Buenos días pequeña. Ya veo que la noche te pasó factura.- Dijo riendo.
- Déjame, que no puedo respirar por la nariz y la sincronización con eso de hablar está en proceso, ¿y tú qué? Ya veo que estás bien.
- Hombre, no soy un capta virus.- Dijo riendo.
- Que gracia.- Dije irónicamente.
- Cambiando de tema, ¿a qué hora vas a llegar a casa?
- Pues no lo sé… sobre las dos y media. No tengo que ir a la última clase de la mañana así que… 
- Vale, pues a las tres menos algo me tienes allí.
- Genial.
- Ah, y no hagas comida.
- ¡Mierda! Me has jodido el plan. Ahora tendré que buscar otro medio por el que contagiarte…
- Yo encuentro varios…
- Joder Dougie…- Dije riendo.
- Pues lo dicho, hoy estaré de ocupa en tu casa.
- Acoplado… Doug, que te tengo que ir dejando que estoy ya en el coche y como no arranque… dudo que llegue a clase.- Dije riendo.
- Como me abandonas.
- Sí, es que me está esperando uno en la residencia del campus. Lo siento…
- No hace gracia.- Dijo serio.
- Como te podría llegar a vacilar. En serio, que no llego. Luego te veo.
- Hasta dentro de… no me apetece pensar, aún estoy en la cama.
- Bien… 


Colgó. Colgó dejándome con la palabra en la boca. Ese hombre es experto en las despedidas, sí señor. Conduje hasta la universidad mientras sonaba un aleatorio de canciones. Fue una mañana normal, nuevos apuntes, fechas de pruebas y demás. A media mañana, Kate y yo fuimos a tomar algo a la cafetería y estuvimos hablando con algunos compañeros de la facultad. No le iba a contar nada por el momento. Podía salir mal. Mi jornada, en realidad, acabó a la una y cuarto pero quería ir a la tienda de Mike y agradecérselo en persona. Cuando entré, estaba atendiendo a un grupo de jóvenes que andaban buscando una guitarra que regalar a su amiga. Saludé a Mike con una sonrisa mientras me quitaba el gorro y esperé a que acabase de atenderlos.


- Gracias Mike.- Dije son una leve sonrisa.
- No fue nada mujer. No hubiese sido muy normal que me negase a hacerle un favor a una señorita con una sonrisa como esa.
- No mientas.-  Dije riendo.
- Ya veo que al final se aclaró el tema.
- Sí, las cosas vuelven a ser como antes. Te debo una.
- Con que me aceptes la petición de invitarte a comer mañana me vale.
- En todo caso te tendría que invitar yo, así que mañana a las dos y media vengo a recogerla, dama.
- No voy a discutir porque sé que no servirá de nada. Acepto caballero.


Los dos comenzamos a reír y me despedí de él. Le dije que tenía que ir a comprar algunas cosas al supermercado. Después de hacer la ‘compra de la semana’, fui directamente a casa. Ya eran las dos y cuarto. Al llegar, dejé las bolsas en la encimera de la cocina y bajé con Luna hasta una farmacia.


Estaba en la cocina cuando sonó el timbre. Tres menos veinte. Fui hacia la puerta y abrí mientras me recogía el pelo. 


- No preguntes.- Dijo mientras pasaba y dejaba las cosas encima de la mesa del salón.


Dougie llevaba varias bolsas, una mochila y estaba empapado.


- Doug, te has aficionado a las duchas urbanas.- Dije riendo mientras me apoyaba en el marco de la puerta.
- La fiebre te hace decir tonterías.- Dijo mientras dejaba la chaqueta en una silla.
- ¿Estás tonto?.


Dougie se acercó a mí y mientras iba de camino al baño, me dio un beso en la mejilla.
- Quita bicho, que me mojas.

Dougie rió y empezó una interesante búsqueda.


- ¿Te diviertes?.- Dije observándole desde el pasillo.
- Joder, estoy buscando una toalla.
- Sí, eres tonto. Mira detrás de la puerta.

Encontró lo que andaba buscando y mientras salía del baño removiéndose el pelo, fui a la cocina a terminar de colocar las últimas cosas. Estaba colocando la fruta mientras Dougie entraba en la cocina y cogía una manzana del frutero.

- Eres un ladrón.
- Tengo hambre.- Dijo dándole un bocado.- ¿No habrás hecho comida, no?
- No, soy obediente.
- Perfecto porque he traído tallarines.
- ¿Alguna vez has pensado que siempre que comemos en mi casa acabas cocinando pasta?.- Dije riendo.
- Mis recetas culinarias aprobadas no pasan de eso.
- Me gustan tus recetas culinarias aprobadas.
- Me gusta que te gusten.- Dijo sonriendo.- Ve al salón y siéntate, ya preparo yo todo.
- No soy inútil, Doug.
- Lo sé pero estás mala y tienes escusa para no hacer nada, así que aprovéchala.
- No quiero.- Dije cruzándome de brazos.
- Si quieres.
- No.
- Sí y punto. Esta no me la ganas.
- Eso lo dices tu…- Dije casi intangiblemente.
- Cantia, te he oído y entendido.
- Vale, ahora voy a por el premio.
- Eres de lo que no hay. Anda, tira para el salón.- Dijo riendo y empujándome levemente. 
- Doug, ¿no tienes la camiseta mojada?
- Sí, un poco la verdad pero da igual.
- Acompáñame que te dejo una.
- Como quieras.- Dijo sonriendo.


Sentía sus pasos tras los míos, solamente te escuchaban las voces provenientes de la televisión. Anunciaban mal tiempo hasta el jueves. Genial.


- ¿Dónde está mi querida?.- Dijo entrando a la habitación.


Algo comenzó a moverse bajo a las sábanas, buscando un lugar por donde asomar la cabeza. Que lista es.


- Ahí.- Dije riendo.


Luna saltó de la cama y se acercó hasta Dougie. Este comenzó a decir frases sin sentido mientras ponía caras raras y la acariciaba. Luego la que estaba loca era yo.


- A ver, princesa, que prefieres, ¿camiseta de tirantes o de manga corta? Bueno, también puede escoger entre manga larga, sudadera y demás.
- Prefiero un sujetador.- Dijo poniendo voz de niña.
- Creo que le van a quedar un poco grandes pequeña. Mejor se conforma con esto.


Tiré a Dougie una camiseta demasiado larga que tenía las mangas cortadas. Le sería más cómoda. Dougie rió y mientras cerraba el cajón, se quitó la camiseta y la dejó en la cama.


- Me gustaría tener hijos con la calefacción.- Dijo mientras se acariciaba su hombro derecho.
- Y a mí con Lucifer y no consigo que pille mis indirectas mientras está poseyéndome.
- Cantia, das miedo.- Dijo poniéndose la camiseta mientras salía de la habitación.
- No es nada nuevo.


Obviamente, mi vista no pudo mantener el control. Mis ojos recorrieron su espalda unas cinco veces, al igual que habían hecho con su pecho. Joder. Comenzó a sonarme el móvil en el bolsillo trasero y dejé que Dougie bajase. Total, no me iba a dejar hacer nada.

- Cantia al habla.
- Gabriel al otro lado.
- Gabriel, te quiero.
- Sí, yo también. ¿Novedades? Espero que sí.- Dijo riendo.
- Pues sí. Ya lo aclaré con él y bueno, ahí va la cosa.- Dije sentándome en el borde de la cama.
- Me alegro, de verdad. 
- ¿Y tú qué tal por Madrid?
- Nada nuevo… bueno sí, tengo tropecientos trabajos para la semana que viene pero bueno…
- Hahaha te digo lo mismo. Dentro de dos meses te vuelvo a estar dando la carga.- Dije riendo.
- No vuelvas. Te odio.
- Yo también cariño, yo también.
- Lela, que te dejo que me voy otra vez para la uni a la biblioteca.- Dijo suspirando.
- Okei. Te veo cibernéticamente.
- Lo mismo. Un besazo.
- Otro para ti.


No había vuelto a hablar con él desde que se fue, el humor de aquellos días no acompañaba para nada. Bajé al salón y vi a Dougie viniendo de la cocina con los vasos y cubiertos.


- Tú escondes los platos, cubiertos, etcétera.
- Sí, solo para ti. Me gusta como ha sonado tu ‘etcétera’.
- Etcétera.- Dijo mientras volvía a la cocina.


Me senté en el sofá y esperé a que Dougie trajese los platos. Seguía sintiéndome mal por mucho que él dijese. Quería ayudar. Llegó poco después y mientras servía los platos me guiñó un ojo. 


- Que sepas que la pasta la sabes cocinar demasiado bien.- Dije mientras probaba los tallarines.
- Sí, ya lo sabía.
- Relaja Señor Ego.


La comida fue demasiado amena. Hablamos de todo y nada a la vez y mientras comíamos, Dougie se dedicó a hacerme burla un buen rato mientras él fregaba y yo secaba y así transcurrió la tarde hasta las tres y media.


- Hoy haremos una tarde productiva.- Dijo tirándose en el sofá.
- Explícame que es eso de una ‘tarde productiva’ y déjame un sitio fiera.
- Música, será una tarde constructiva musical.
- Sí, ¿tú te crees que estando como estoy voy a poder cantar?
- Pues no, la verdad, pero sería gracioso.- Dijo riendo.- Hombre, algo puedes. Solo por mí.
- Idiota, me has pillado.- Dije mientras me dirigía hacia la escaleras.
- ¡Mierda! Me dejé el bajo en el coche. Ahora vengo, cuando llame, ábreme por favor.
- Me lo pensaré.


Oí como la puerta se cerraba. Aproveché los minutos que tenía para lavarme los dientes, entre otras cosas, y cogí la guitarra acústica junto al pequeño cuaderno que estaba en el cajón de la mesita. Bajé y me senté en el sofá, afinando las cuerdas de la guitarra y pasando hojas mientras esperaba que el timbre sonase. Me vino a la cabeza una letra, una melodía. Inconscientemente comencé a apuntar cada palabra, el sonido lo dejaría para el final.  Dougie llegó con la funda de su bajo. El mismo bajo que había traído aquel día. Hice como si no estuviese volviéndome a sentar en el sofá


- Creo que hay…


No le dejé terminar. Le callé con un simple movimiento de mano mientras tarareaba lo que iba a ser la melodía. Estaba ajena a todo lo demás, solamente me centré en lo que iba a ser una nueva canción. Un nuevo rincón para mis sentimientos. No sé cuanto tiempo estuve escribiendo palabras que se plasmaban por si solas, cuanto tiempo estuve rozando mis dedos con las pasajeras cuerdas de la guitarra pero al acabar, su mirada hizo estremecerme. Era compleja.


- Tócala entera.- Dijo moviendo un papel entre sus manos.


Aclare levemente mi garganta y respire difícilmente, intentando despejarme. Intentando perder los nervios. Fije mis ojos en el papel tratando de aprender cada párrafo. ( http://www.youtube.com/watch?v=SGpbDVLEjW4 ) Los acordes y punteos estaban memorizados desde el principio.


Wake up in the morning,
It’s not so bad.
I can taste you on my lips
And It makes me sad.


Levanté la mirada fijándola en esos ojos que la noche anterior hablaron por sí solos. No duraría mucho aguantándole la mirada.


There’s a part of me that just wants you back.
You are the one thing I want that I never did have,
That I never did have.


Sentí un leve dolor en el pecho y sonreí inconscientemente mientras bajaba la mirada. Sí, sus ojos intimidaban.


Fill me up.
Steam me up.
Hear me shout.
Tip me over and pour me out.
Pour me out on the concrete next to your feet.
Do I have to cry?
Can you hear me?
Oh, just to be..
With you.


Continué la canción entre indecisión y miedo. Sí, era él. Éramos nosotros. Era el comienzo de algo. Toqué con determinación la última cuerda con mi púa, anunciando el final. Alcé la cabeza y vi como Dougie sonreía levemente. Suspiré y cerré los ojos con fuerza. Realmente esa canción hablaba por sí sola. No encontraré jamás el por qué pero la distancia que impedía volver a sentir sus labios sobre los míos desaparecía. Volví a sentir su aliento mezclarse con el mío. Volví a tener cerca su sonrisa. Puso uno de sus dedos en mi nariz y cerré los ojos a voluntad propia. Simplemente disfrutaría el momento.


- ‘I can taste you on my lips’.- Dijo en un susurro.- Por cierto, gracias por tu mensaje secreto.- Dijo mientras me enseñaba la nota que había escrito aquella tarde y había metido en la funda de su bajo.


Entrelacé mis dedos en su pelo mientras sonreía y besé levemente la comisura de sus labios. Eso me bastaba. Rocé su nariz contra la mía produciendo que un escalofrío recorriese mi espalda. Volví a mantener la distancia entre los suspiros. Esta vez fue Doug quien decidía robarme un beso. Pero aparté rápidamente mi rostro del suyo. Las consecuencias de estar invadida de virus es lo que tiene. No quería estornudar en su cara.

- Jesús.
- Esto es una mierda.
- No digas tonterías.- Dijo mientras acariciaba mi mano.


                                                    **



domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo XIV

    Little darlings, espero que os guste este capítulo tanto como a mí escribirlo. Os dejo el link de una canción para que pinchéis en él en ese momento. Gracias por leer y por comentar y por favor, os pido que en este capítulo comentéis dándome vuestra opinión. Ha habido un pequeño cambio, os avisaré desde este Twitter @nofearsilence. De nuevo, gracias.


                                                  **


Un nuevo día. Lunes, presentando la semana. El despertador había sonado demasiadas veces y en todas ellas había sido tirado contra el suelo. No me apetecía levantarme de la cama. Esa noche había conseguido dormir tranquilamente, todo lo contrario a la mayoría de las noches atrás pero tenía que ir a la facultad. La noche anterior llamé a Kate como la había escrito y no hicimos nada más que hablar de tonterías. Ella sabía alegrarme el día. Me levanté de la cama, me recogí el pelo en un moño bajo y me bajé las mangas del pijama para poder agarrarlas con los dedos. La casa estaba fría a pesar de haber puesto la calefacción la noche anterior. Miré la pantalla del móvil, todavía no había recibido la llamada de Mike y no había ni rastro de él. No sé si porque lo miré. 


La mañana fue demasiado tranquila y animada. Ya habíamos expuesto la mayoría de los trabajos en clase y mientras estaba en la cafetería tomando algo con Chris, recibí la llamada de Mike.


- Me llamas a las once y media y en mi descanso… perfecto.
- A ver, hablé con él ayer pero muy tarde y no te llamé antes porque creí que estabas ya durmiendo.
- Que considerado.- Dije riendo.
- Me costó convencerle y estaba demasiado serio pero conseguí quedar, entre comillas, con él.
- Gracias, de verdad Mike, te debo una.
- No me debes nada pequeña. Me dijo que él podía a las nueve y que si nos podíamos encontrar en el bar que hay dentro del parque.
- Vale, allí estaré a las nueve. 
- Espero que todo se arregle.
- Yo también…


Salí de la universidad a las tres. Me había quedado en la biblioteca pasando algunos apuntes a limpio para dejárselos a Will a la salida. Al llegar a casa, como de rutina, tuve que salir con Luna y después comí. Por la tarde estuve tocando el piano intentando componer algo pero nada salía. Estuve apuntando algunas letras tirada en la alfombra del salón hasta las cinco y después me puse con las tareas de la universidad. A las siete me conecté y pude hablar con algunas amigas de mi ciudad que habían encontrado un hueco en su vida de estudiante para poder dar paso a la vida social cibernética. Me dio tiempo a leer unos capítulos del libro que había comenzado a leer y me detuve en unas palabras que narraba el protagonista: 


‘ Todos esos nombres me los he ganado. Los he comprado y he pagado por ellos, pero aún así, sigo buscando el nombre del viento.’


Es verdad que, por algunos errores o simples hechos y cualidades de uno mismo, te ganas un nombre, inmerecido o no, te le ganas. La sociedad de hoy en día en así y cada error te da un nombre, una nueva lección, un nuevo punto para una cualidad. Puede que esté escondida dentro de uno mismo pero todo el mundo la posee, la fuerza. La fuerza para conseguir sacar el lado positivo de algo erróneo y seguir adelante. La fuerza para tener el valor de caerte y volver a levantarte con la cabeza muy alta. La fuerza para estar más seguro de uno mismo y el valor para ser orgulloso de tus hechos.


Me di una pequeña ducha, simplemente para despejarme, y fui a mi habitación para vestirme. Por la mañana las nubes habían pasado su tiempo cubriendo todo el extenso cielo que Londres dejaba ver y la humedad era demasiado notable, pero ahora el sol se iba ocultando tras los grandes edificios dando paso a la oscuridad y la calma. Podía escuchar el sonido de los coches al pasar desde la ventana de la cocina y se podían oír unas risas provenientes de un programa de la televisión. Eran las ocho y media. Antes de salir por la puerta, cogí las llaves del coche, las de casa, el móvil y algo de dinero y lo metí en los bolsillos del pantalón.


Conduje hasta ese parque en el que había pasado tal tarde junto a él. Durante el camino, puse algo de música en el reproductor y dejé que sonase mientras templaba mis nervios. Comenzaron a caer pequeñas gotas de lluvia y ellas se adueñaron poco a poco del silencio, interrumpido por una melodía, del coche. Aparqué cerca de la entrada y comencé a caminar hacia la entrada de aquel pequeño bar. Mis pies andaban con una dirección fija pero en mi cabeza no podía hacer otra cosa que pensar en sus motivos. Los motivos de esta incómoda situación. Llegué en menos de cinco minutos y me senté en las escaleras de la entrada. Me tuve que poner la capucha de mi cazadora debido a que, lo que comenzaron siendo pequeñas gotas, acabaron siendo una gran llovizna. El frío sobrepasaba las capas de ropa y comenzó a hacer efecto en mi cuerpo. Bajé las mangas de la cazadora hasta que mis brazos quedaron escondidos en ella. Moriría de hipotermia si seguía tardando. Saqué el móvil del bolsillo y miré la hora. No podía parar de mover la pierna derecha. Joder, eran las nueve. Mis ojos miraban en todas direcciones buscándole. Pendientes de su llegada. Ansiosos de volver a verle. Volví a colocarme debidamente las mangas y cerré los ojos levemente dando un pequeño suspiro. Miré al frente y le vi a lo lejos. Andando sin prisa, disfrutando de cada calada que daba a su vicio. Se fue acercando y me levanté. Tenía miedo, todo hay que reconocerlo. Dougie me vio y tiró su cigarro al suelo dejando que el humo recorriese su garganta. La cosa no pintaba demasiado bien.


- ¿Qué haces tú aquí?.- Dijo serio y con sus ojos clavados en el suelo.
- Creo que aclarar algo que no entiendo.- Dije mirándole fijamente y en el mismo tono que él había hablado antes.
- Joder, si es que soy gilipollas.
- ¿Sabes? Me vuelvo a perder.
- Me lo tenía que haber imaginado. Todos hacéis lo mismo.
- A veces las cosas ocurren porque sí y otras son sorpresas. ¿Me quieres decir qué cojones te pasa conmigo?
- ¿Contigo? Es simple. Estoy harto de que la gente me mienta. Tú, Mike…
- Explícate. 


Suspiró notablemente y pasó una de sus manos por su cara. Tragué saliva. Estaba dispuesta a escuchar todo.


- ¿Cuándo fue el último día que te vi?.- Dijo mirándome a los ojos.
- El martes de la semana pasada.
- Tienes la respuesta. Tan solo busca un poco por tu cabeza.


Podía notar rabia en su mirada e hizo que pequeños miedos recorriesen mi cuerpo. No podía seguir aguantándole la mirada.

- Joder… ¿Gabriel?.- Dije sorprendida.
- Déjalo. No importa. Adiós.
Comenzó a andar aprisa. No había valido para nada todo esto. Me sentí derrotada. No había tenido tiempo para poder argumentarme. Cerré los ojos fuertemente y noté como una leve humedad los invadía. Me quedé de pie viendo como se alejaba de mí. No podía reaccionar pero tampoco podía dejar que se fuese así. Encontré el valor y la fuerza en mi interior y comencé a correr dejando que las gotas de lluvia recorriesen mi cara fundiéndose con pequeñas lágrimas que comenzaban su camino sin ningún permiso. Nada cubría mi pelo en ese momento y varios mechones se posaban en mis labios pero los apartaba con rabia. Sin aliento. Llegué a su posición y le agarré sin temor de su brazo, percatándole de mi presencia.


- Mira, no entiendo nada, ¿vale?. Nada.- Dije elevando el tono de voz.- Pero entre Gabriel y yo no existe ningún motivo causante de este momento. Esta maldita situación que hace que pierda los nervios.


No pude continuar porque las lágrimas eran descontroladas. Era fuerte pero en momentos así no podía ocultar lo que sentía. No podía soportar más esa presión que rondaba mi cabeza cada día. Cada minuto. No podía esconder mi miedo. Bajé la cabeza ocultando mi rostro. Ocultando mi dolor. Escuché como Dougie proclamaba un ‘joder’ demasiado audible y levanté la cabeza fijando mis ojos en los suyos. Mostrándole mi rabia.


- ¿No entiendes nada? No es muy normal que una tía te abra la puerta en una simple camiseta teniendo detrás a un tío en pantalones. ¿Eso si  lo entiendes, no?.- Dijo casi gritando.
- Tampoco lo entiendo. ¿Cuántas veces te tengo que repetir que no pasó nada? ¡Nada, joder, nada!.- Grité todo lo alto que pude. No podía aguantar más.
( http://www.youtube.com/watch?v=FsleuyiJpE8 )
No contestó, simplemente volvió a darme la espalda decidido a marcharse. Dejé que se fuera, lo había intentado pero me faltaba de decir algo. Algo demasiado importante. Respiré levemente y susurré su nombre. 


- ¡Dougie!


Lo llamé tan alto como para que él pudiese oírme, pero no se detuvo. Anduve rápida. Insegura y decidida a la vez. Asumiendo las consecuencias, pero ya me daba igual. Me quedé detrás de él. Haciéndole notar mi presencia. Me costaba respirar y cada suspiro era una lágrima. Cada bocanada de aire dolía pero como dice el refrán, ‘La batalla puede estar perdida, pero la guerra no ha acabado todavía.’. Se dio la vuelta mirándome a los ojos. Su mirada dolía y la tenue luz de las peregrinas farolas me hicieron ver el color de sus ojos. Un azul rojizo lleno de rabia y dolor. Bajé la mirada al suelo y cerré los ojos por anteúltima vez. Los cerré con fuerza, dejando que la última lágrima cayese hasta mi comisura del labio. Me mordí mi labio inferior con rabia. Era un sabor amargo, agrio y doloroso. Mis piernas comenzaban a temblar debido al frío y ligeras sacudidas me desestabilizaban. Estaba empapada. Tomé una última bocanada de aire con dolor y me desahogué.


- Lo siento.


Pronuncié aquellas dos palabras sinceras en un susurro apenas audible y sin levantar la mirada del suelo. Solté todo el aire que llenaba mis pulmones de golpe, con miedo al fracaso. Noté como unas manos hacían que levantase la cabeza pero seguía aún con los ojos cerrados. Fui abriéndolos despacio y noté la nitidez en ellos pero pude encontrar una mirada llena de dolor, rabia, arrepentimiento e innumerables sentimientos. Dougie apartó uno de los tantos mechones que invadían mi rostro y lo pasó por detrás de mi oreja derecha. Miré fijamente aquellos preciosos ojos con miedo. Con miedo de perderle del todo. Posó su frente en la mía y respiré aún con dificultad. Noté su respiración en mis labios. Dejando que fuese la mía también. Me miraba con el perdón en sus ojos y cerré los ojos levemente. Rozó su nariz contra la mía haciendo que el rubor volviese a mis mejillas. Estaba paralizada y simplemente tenía que aceptar la opción de disfrutar y vivir el momento. Dougie acarició mi mejilla con temor y volví a encintrarme con sus ojos. Con sus alentadores ojos. Vi como cerraba sus párpados dando la orden a mi cabeza de hacer lo mismo. Noté un leve roce en la comisura del labio y volví a sentir su interrumpida respiración para acabar besando mis labios con temor e inseguridad. Un beso corto pero perfecto. Un beso que me hizo aclarar todas las dudas sin resolver, si es que había, y un beso que fue capaz de erizar cada poro de mi piel. Un beso lleno de palabras y sentimientos escondidos. Dougie se separó y me miró haciendo que una mirada valiese más que mil palabras. Buscó mis manos con decisión y entrelazó sus dedos entre los míos volviendo a crear una respiración entrecortada en mí. Llevó nuestras manos hasta mis mejillas y me dio un protector beso en mi frente. Algunas pesadillas esconden un mensaje. Yo lo había encontrado.


                                                   **



sábado, 3 de septiembre de 2011

Capítulo XIII


 Espero que este capítulo os guste y os aviso de que el siguiente será... el siguiente.


                                              **


 Me desperté por el frío de madrugada. Me hice un ovillo aferrándome al edredón pero no pude volver a conciliar el sueño. Tenía miedo a volver a sentir esa sensación de impotencia, de falta de aire que había vuelto a tener en aquella maldita pesadilla. No era normal, en ningún sentido. El móvil comenzó a pitar avisando de su muerte y el viento azotaba las ventanas contiguas a mi habitación. Tenía miedo y no sabía por qué. Conseguí dormir unas pocas horas más pero a las nueve ya estaba despierta. El día se avecinaba tranquilo, o eso pensaba.


Las tres. Ya había recogido la cocina y me había dedicado a limpiar un poco el apartamento. Había salido a correr con Luna justamente después de terminar de desayunar, hacía frío y viento pero no había comenzado a llover, perfecto para sudar. Después de darme una ducha, cogí un nuevo libro y estuve leyendo un poco acurrucada en una esquina del sofá tapándome con una pequeña manta pero no podía concentrarme debido a él. El móvil ya estaba cargado y decidí intentarlo por última vez. Nada. Fui al ordenador y me conecté a Twitter únicamente para ver sus perfiles. Los cuatro daban las gracias al público del concierto en Jakarta. Bien, no había muerto pero seguí pensando en el por qué de su comportamiento. Joder, no se le había roto el móvil ni estaba apagado… no lo entendía. 


Estuve hablando con mis padres y con algunos tíos de España sin contar ninguna novedad. El aburrimiento haría estragos en mí y antes de que comenzase a escribir o perder la cabeza rebuscando entre todos mis hechos realizados el martes, decidí prepararme para salir por la noche con Kate. No se negaría a vivir un sábado noche abrasador. Antes de empezar a prepararme di una vuelta hasta el parque para ir avisando a Luna de que mi ausencia nocturna sería larga, muy larga.


Al llegar a mi habitación me desvestí y me quedé en frente del armario en ropa interior. Siempre funcionaba para encontrar la ropa adecuada. Me puse unas medias negras y decidí vestirme con un precioso vestido azul oscuro fruncido y ajustado. Fui al baño y me maquillé básicamente y antes de bajar al salón, cogí unos tacones impresionantes. Eran perfectos. Cogí un pequeño bolso de mano que tenía en el salón y metí lo necesario. El coche estaba aparcado en frente del portal así que no me congelaría en el camino. 


Eran las nueve y cuando estaba dispuesta a llamar al timbre, la puerta se abrió antes de que pudiese reaccionar. Kate me había visto llegar por la ventana.


- Vamos a mi habitación y mientras me preparo te dejo hacer lo que quieras con el iPhone.
- Bien…- Dije pícara.- Se me hace raro que no hayas quedado con Matt.
- Tú eres mejor en la cama.
- Puta Kate.- Dije riendo.
- Por cierto, que buena estás jodida.
- Vamos a la cama.
- Venga.
- Eres de lo que no hay.


Las dos comenzamos a reír y antes de ir a su habitación, fui a la cocina y me preparé un sándwich de queso. No había cenado nada. Cuando llegué, Kate estaba dando vueltas y hablando sola en la habitación. Que mujer. Me senté en su cama y cogí su móvil. Aproveché para llamar a Dougie.
- ¿Sí?.- Dijo en un tono y seco y con la voz ronca.

Colgué. Ya era suficiente. ¿Qué cojones había hecho para que no me contestase?. No entendía nada. Media hora después, Kate y yo nos encontrábamos saliendo del portal entre risas y puñetazos. Viva la idiotez. 


- Creo que voy a tener que dejar el coche aquí.
- Yo también. Dudo que puedas conducir.
- Siento decirte que esta noche me tendrás que acoger en tu mísera cama.
- Te violaré mientras tú estés durmiendo, pero antes, te emborracharé demasiado como para que después no te acuerdes de nada.
- Si no te conocería, diría que eres una ninfómana. 
- Me doy miedo a mí misma.


Caminamos hasta un Pub cercano. Kate vivía en pleno centro de Londres. Había un número considerable de gente y antes de comenzar a hacernos un hueco entre la multitud y darlo todo, fuimos a la barra y pedimos una copa de ginebra. Así, a pelo. Le iban a dar bien por el culo a todas las rayadas de cabeza. 


- A tu salud perra.- Dijo Kate brindando.
- Lo mismo zorra.
- Vamos al baño.
- Cállate y disfruta.


Bebí un trago y sentí como el fuego recorría cada milímetro de mi esófago. Kate se bebió la copa de un trago y yo la miré incrédula. 


Media parte de Kate se aferraba a mi cuerpo. Estaba inmovilizada. Aparté su brazo lentamente y conseguí librarme de su pierna izquierda sin ningún problema. Antes de ir a la cocina, recogí mi ropa que estaba abandonada en una esquina de la habitación. Mi cabeza no se resentía demasiado, era muy raro. Eh, querida resaca, ¿dónde estabas?… en fin, misterios de la vida. Llegué ala cocina y desayuné un trozo de bizcocho que había dejado Kate en un plato y un vaso de leche fría. Que bueno sentaba después de una noche como esas. Me acordaba de lo justo y no me quería acordar de más. Fui al baño, me desmaquillé la raya que no seguía su camino y me peiné decentemente. Joder, parecía una muerta viviente. Aproveché para vestirme y antes de salir de casa, escribí una pequeña nota a Kate diciéndola que por la noche la llamaría y la puse en la nevera con un imán demasiado extraño.


Llegué a casa en pocos minutos. No había demasiado tráfico. Nada más entrar por la puerta, Luna vino a saludarme y rápidamente me puse un chándal. Sentía bastante presión gracias a su mirada. Que lista es. Salí a la calle y, aunque no me apetecía demasiado moverme, estuve caminando con ella un buen rato. El tiempo se agradecía y la temperatura no era muy fría. Cuando llegué a casa me di una buena ducha y dejé que el agua fría hiciese su trabajo y me aclarase las ideas un poco. Al salir tenía en mente una idea. Me vestí y miré el reloj. Perfecto, las seis de la tarde. Iba a ir a la tienda de instrumentos de Mike pero era domingo. Solo tenía la esperanza de que estuviese en el almacén descargando alguna mercancía nueva aunque la tienda estuviese cerrada. Salí de casa llevando en una mano las llaves. Mas valdría que no me llamase nadie porque no pensaba coger el móvil hasta que fuese la hora de llamar a Kate. Desconexión.


Llegué y estuve llamando con los nudillos en la puerta más de cinco minutos. No había nadie. Tendría que esperar un día más. Veinticuatro horas de confusión, genial. Estaba caminando y cuando justamente iba a girar en una esquina, alguien gritó mi nombre. Me giré y vi a Mike asomando la cabeza por la puerta de la tienda. Anduve apresuradamente hacia él y entré.


- Lo siento Mike pero tengo que pedirte un favor.
- Nada, no es nada. Ahora me lo cuentas pero entra y siéntate.


Fuimos hasta un pequeño sofá que había al lado de una preciosa batería y trajo un café de la máquina. Se lo agradecí con una sonrisa y él se sirvió otro.


- Bueno, ¿qué te trae por aquí?.- Dijo dando un sorbo.
- Joder es que es complicado.
- Te escucho. Pero lo primero, siento no haberte abierto antes pero estaba escuchando un poco de música mientras colocaba unas nuevas guitarras que han llegado hoy.
- Tranquilo, no pasa nada. Verás… se puede decir que Dougie y yo somos amigos.
- ¿Dougie Poynter?
- Sí, él mismo.
- Sigue.
- Y lleva varios días sin cogerme el teléfono pero sé que no le tiene apagado ni estropeado. No sé que cojones le pasa conmigo y eres mi única solución.
- Cantia, ¿sientes algo por él?.
- ¿Eh? ¡No! Que va. Solamente somos amigos, nada más.
- Sí, y yo soy virgen.
- Joder Mike…
- ¿Qué quieres que haga?
- ¿Podrías quedar con él mañana diciéndole algo de unos nuevos bajos? Yo que sé, invéntate algo.- Dije pasándome un mechón de pelo detrás de la oreja.
- Sí, por supuesto pero ¿cómo te aviso de la hora y el lugar?
- Ahora te doy mi número y me avisas cuando hayáis hablado, y del lugar… queda con él en el parque que él conoce.
- Ah sí, creo que sé cuál es.
- Gracias de verdad.- Dije dándole un abrazo.
- No hay de que pequeña y no me mientas. Ese brillo en tus ojos no es normal, ¿estás bien?
- No sé que he hecho para que se comporte así Mike y me jode.
- Tranquila, saldrá bien. Tomorrow is gonna be the day.
- Oh Dios, me encantan los Mike que cambian las letras de las canciones de Oasis.
- Que graciosa.
- Gracias.- Dije sonriendo.


Estuvimos hablando un rato más sobre algunos discos de vinilo que tenía guardados en casa de música soul y dijo que un día me invitaría a ver su precioso museo de guitarras. Los dos nos levantamos y Mike me acompañó hasta la puerta. Nos despedimos y antes de comenzar a caminar, Mike me dijo unas palabras que ocultaban una indirecta, ‘tiempo al tiempo’.

           ... La esperanza es lo último que se pierde.


          Escuché su respiración cerca de mi oído antes de que comenzase a alejarse. Solo sentía dolor.


                                                   **